La inteligencia artificial (IA) ha estado presente en el ámbito de la medicina y las unidades de cuidados intensivos (UCI) desde hace décadas, aunque su desarrollo ha sido gradual y muchas veces subestimado. La IA ha ido integrándose lentamente en la medicina intensiva, un proceso que se remonta a los años 70 y 80 del siglo pasado.
Uno de los primeros sistemas de IA en medicina fue MYCIN, desarrollado en los años 70 para diagnosticar infecciones bacterianas1. MYCIN utilizaba reglas basadas en el conocimiento médico para ofrecer recomendaciones específicas, marcando un hito importante en la historia de la IA.
En los años 80 el interés por la IA en las UCI siguió creciendo con el desarrollo de sistemas como HELP, que integraba datos clínicos para asistir en la toma de decisiones médicas2. Estos sistemas representaban una promesa para mejorar la atención en las UCI, pero su implementación fue lenta y, en muchos casos, limitada a centros de investigación u hospitales pioneros.
A pesar de estos y otros avances, la adopción de la IA en la medicina ha sido lenta y a menudo ha pasado desapercibida. Los avances en la capacidad de procesamiento y en los algoritmos de aprendizaje automático han permitido que la IA se vuelva más sofisticada y accesible, pero este progreso ha sido incremental. Hoy en día, con el auge de la tecnología y la digitalización, la IA se presenta como una solución innovadora3, pero su evolución ha sido constante y progresiva.
Al margen de no perder de vista los desafíos éticos que plantea la IA, como la privacidad y la equidad en su acceso, no debemos olvidar la tendencia a justificar la resistencia de la profesión médica al avance de la inteligencia artificial, basándose en el valor fundamental de la empatía y el trato humano con los pacientes y sus familiares. Tal justificación podría ser un argumento complaciente que impide un análisis más crítico de la realidad. Si no cuestionamos y reevaluamos el papel de la empatía en un contexto donde la IA tiene el potencial de mejorar de manera significativa los resultados clínicos a través de diagnósticos más precisos y tratamientos optimizados, corremos el riesgo de que esta revolución tecnológica gradual transforme de manera irreversiblemente rápida el paradigma actual. La historia de la evolución de las profesiones demuestra que las disciplinas se ven alteradas por el avance tecnológico, y si no se aborda de manera proactiva la integración de la IA en la medicina intensiva, el papel del médico, en términos de interacción directa con el paciente, podría verse progresivamente desplazado4. Sin perjuicio que en dicha integración se aborde la incorporación de perfiles profesionales que permitan trabajar los sistemas de IA y los datos de forma interdisciplinar5.
Es imperativo que la comunidad médica reflexione sobre su papel como garante del juicio clínico, la ética médica y la atención centrada en el paciente. Es esencial que los médicos se posicionen como líderes en la integración de la IA, ejerciendo un control crítico sobre la aplicación de la tecnología en la práctica clínica, sin delegar exclusivamente la toma de decisiones en los algoritmos.
FinanciaciónEl presente manuscrito no ha recibido financiación alguna.
Conflicto de interesesEl autor reconoce no presentar conflicto de intereses en la realización del presente trabajo.