La sobresedación tiene consecuencias negativas en pacientes críticos. Desde el Comité de Analgosedación y Delirium de la Federación Panamericana e Ibérica de Medicina Crítica y Terapia Intensiva (FEPIMCTI) diseñamos un estudio transversal mediante encuesta dirigida a médicos/as de UCI: PANDEMIC (estudio Panamericano e Ibérico sobre manejo de ANalgosedación y DEliriuM en Cuidados Críticos [fepImCti]).
Hipótesis Empeoramiento de dichas prácticas durante la pandemia que persistieron tras ella, con mayor sobresedación.
ObjetivosPercepción de prácticas de analgosedación y delirium en las UCI de las regiones Panamericana e Ibérica antes, durante y después de la pandemia COVID-19 y factores asociados a persistencia de la sobresedación pospandemia.
De los 1.008 encuestados, el 25% informaron percepción de sobresedación tras la pandemia (IC95%: 22,4%-27,8%), mayor en Sudamérica (35,8%; p<0,001). Principal factor riesgo: hábito adquirido durante la pandemia (OR ajustado [aOR]: 3,16; IC95%: 2,24-4,45; p<0,001). Principal factor protector: monitorización delirium (aOR: 0,70; IC95%: 0,50-0,98; p=0,038) previo a la pandemia.
Estos factores identificados en el estudio ofrecen una base para dirigir intervenciones futuras.
Oversedation has adverse effects on critically ill patients. The Analgosedation and Delirium Committee of the FEPIMCTI (Pan-American and Iberian Federation of Critical Care Medicine and Intensive Care) conducted a cross-sectional study through a survey addressed to ICU physicians: PANDEMIC (Pan-American and Iberian Study on the Management of Analgosedation and Delirium in Critical Care [fepImCti]).
Hypothesis Worsening of these practices in the course of the pandemic and that continued afterwards, with further oversedation.
ObjectivesPerception of analgosedation and delirium practices in Pan-American and Iberian ICUs before, during and after the COVID-19 pandemic, and factors associated with persistent oversedation after the pandemic.
Of the 1008 respondents, 25% perceived oversedation after the pandemic (95%CI: 22.4-27.8). This perception was higher in South America (35.8%; P<.001). Main risk factor: habit acquired during the pandemic (adjusted OR [aOR]: 3.16; 95%CI: 2.24-4.45; P<.001). Main protective factor: delirium monitoring before the pandemic (aOR: 0.70; 95%CI: 0.50-0.98; P=.038).
The factors identified in this study provide a basis for targeting future interventions.
La sedación es una práctica común en las UCI, pero su uso excesivo (a dosis mayores de las que necesita el paciente) provoca sobresedación con efectos negativos, como la prolongación de la VM, de la estancia en la UCI y delirium1,2. Para minimizar estos efectos adversos, el enfoque eCASH enfatiza el confort temprano del paciente, minimizando el uso de sedantes y promoviendo la atención humanizada3-5. El objetivo es mantener a los pacientes alerta, con la menor cantidad de sedantes y por el tiempo más breve posible, evitando las benzodiacepinas para mejorar los resultados en la UCI6-8. Se han propuesto campañas para evitar la sobresedación en la UCI que garanticen el bienestar del paciente sin comprometer su seguridad y mejorando la eficiencia en la gestión de camas2.
Chamorro-Jambrina y Chamorro-Falero9 recomiendan «no apagar el cerebro» excepto cuando sea imprescindible y por el menor tiempo posible, evitando la sobresedación y sus eventos adversos. La reducción de la actividad cerebral puede alterar el equilibrio de neurotransmisores, aumentar la apoptosis neuronal y la inflamación cerebral, lo que podría inducir delirium y deterioro cognitivo. Por ello, es crucial la monitorización objetiva del nivel de sedación en pacientes que requieren sedación profunda.
El uso de sedación profunda es un factor de riesgo para desarrollar delirium durante la hospitalización10. El delirium, caracterizado por la alteración aguda y fluctuante de la conciencia y el pensamiento, es un problema frecuente en las UCI, que afecta hasta al 80% de los pacientes en VM11-13. Se asocia a resultados adversos, incluidos la prolongación de la VM, el aumento de la mortalidad, el deterioro cognitivo a largo plazo y un mayor riesgo de discapacidad funcional14. Además, los pacientes que reciben infusiones de sedantes y opioides durante periodos prolongados de tiempo tienen riesgo de síndrome de abstinencia iatrogénica en la UCI, con los problemas que esto genera15.
Por todo ello, las guías de analgosedación y delirium de la Sociedad de Cuidados Críticos Americana (SCCM) y de la Federación Panamericana e Ibérica de Medicina Crítica y Terapia Intensiva (FEPIMCTI) ofrecen recomendaciones para el manejo óptimo de la analgosedación y el delirium de los pacientes críticamente enfermos16,17. El paquete de medidas ABCDEF, desarrollado por la SCCM (A: evaluar, prevenir y tratar el dolor; B: retirada de sedación y pruebas de ventilación espontánea; C: elección de sedantes y analgésicos; D: evaluar, prevenir y tratar el delirium; E: movilización precoz y ejercicio, y F: inclusión y empoderamiento de la familia), proporciona un marco operativo para su implementación, con sobrada evidencia respecto a su impacto positivo en los resultados del paciente crítico18,19. A pesar de la familiaridad con estas medidas, su adopción es limitada, y la pandemia de COVID-19 ha complicado aún más su implementación, afectando significativamente las prácticas de analgosedación20-25.
Partiendo de la hipótesis de que durante la pandemia hubo un empeoramiento en dichas prácticas, con mayor sobresedación, y que estas malas prácticas persistieron tras ella, se plantearon como objetivos conocer la percepción de los encuestados sobre las prácticas de analgosedación y delirium en las UCI de la región Panamericana e Ibérica, antes, durante y después de la pandemia COVID-19, e identificar los factores asociados a la persistencia de sobresedación pospandemia.
Pacientes y métodosDiseño del estudioSe realizó un estudio observacional de corte transversal implementado a través de una encuesta dirigida a médicos/as de la UCI de adultos. Se construyó un cuestionario ad hoc para la realización de este trabajo (proceso disponible en el material suplementario).
Finalizado este proceso, se procedió a la publicación del instrumento en un cuestionario online, en un servidor privado protegido bajo contraseña en poder únicamente de los investigadores principales (Microsoft™ Forms; cuestionario disponible en el material suplementario).
Destinatarios de la encuestaLa población objetivo de esta encuesta fueron profesionales de la medicina que trabajaban en ese momento en las UCI de adultos de la región y que también lo hicieron durante la pandemia.
Distribución de la encuesta e invitación a participarLa invitación a participar se hizo mediante las vías de difusión online de la FEPIMCTI y sus sociedades miembros, a través de un proceso iterativo por estas vías de comunicación y con la colaboración de coordinadores nacionales. La encuesta se distribuyó por correo electrónico con el enlace adjunto en formato digital de la plataforma digital Microsoft™ Forms.
Tamaño muestralLa literatura respecto a prácticas de sedación tras la pandemia COVID-19 es restringida. En base a algunos informes y un estudio previo, se estimó que las respuestas de 864 personas eran necesarias para llevar a cabo este trabajo26,27. Este tamaño muestral da una precisión del 1,5% con un intervalo de confianza del 95% de dos colas para detectar una frecuencia estimada del 10% de percepciones de peores prácticas de sedación tras la pandemia COVID-19. Con el fin de permitir correcciones por eventuales pérdidas de información, se definió aumentar el tamaño muestral en un 15% adicional (1.000 respuestas).
Estrategia de análisisSe realizó un análisis descriptivo con promedios, desviaciones estándar, medianas y frecuencias para caracterizar la muestra, calculando intervalos de confianza del 95% para estimadores puntuales. Se consideró significativa una p<0,05. En el análisis inferencial se usaron pruebas de t de Student y Mann-Whitney para comparar medias, y la prueba exacta de Fisher para variables cualitativas. Se estimó el odds ratio (OR) para evaluar asociaciones, incluyendo intervalos de confianza del 95%. Se aplicó una regresión logística para conocer las variables explicativas relevantes y permitir el control del fenómeno de confusión, considerando variables con potencial asociativo (p<0,15) para el modelo multivariado. Se estimó la capacidad diagnóstica mediante curvas ROC, y la bondad de ajuste fue calculada por el estadístico de Hosmer y Lemeshow. Los análisis se realizaron con el software STATA v.16.1® (StataCorp LP, 1996-2020).
Consideraciones éticasEl estudio fue evaluado y aprobado por la Red Municipal de Bioética Clínica y Social de la Ciudad de Córdoba (Argentina) y se ajustó a la Ley Nacional de protección de Datos Personales 25.326 (Rep. Argentina) para resguardar la identidad y los datos de los participantes, garantizando absoluto anonimato y confidencialidad de la información. Cada participante dio su consentimiento informado al completar la guía, habiendo antes recibido información respecto a los objetivos y al tiempo que le llevaría completarla.
ResultadosCaracterísticas sociodemográficas de participantes y centrosTodos los datos sociodemográficos se muestran en la tabla 1, y la distribución de países a los que pertenecían los encuestados según la frecuencia de percepción de persistencia de sobresedación tras la pandemia, en la figura 1. Esta fue mayor entre los encuestados que trabajaban en Sudamérica (35,8%), seguidos por participantes de la península Ibérica (19,3%) y Norteamérica (15,5%).
Características sociodemográficas de participantes y centros
Características | No persiste sedación profunda (n=719) | Persiste sedación profunda (n=252) | Total (n=1008) | p |
---|---|---|---|---|
Media de edad (años, DE) | 43,3±10,8 | 42,1±10,8 | 43,0±10,8 | 0,17a |
Región de trabajo (n, %) | <0,001b | |||
Norteamérica | 153 (21,3%) | 28 (11,1%) | 181 (18,6%) | |
Centroamérica y el Caribe | 24 (3,3%) | 0 (0,0%) | 24 (2,4%) | |
Sudamérica | 296 (41,2%) | 165 (65,5%) | 461 (47,5%) | |
Península Ibérica | 246 (34,2%) | 59 (23,4%) | 342 (33,9%) | |
Trabaja en hospital universitario (n, %) | 547 (78,6%) | 190 (77,9%) | 737 (78,4%) | 0,86b |
Trabaja en centro formador en cuidados críticos (n, %) | 396 (71,2%) | 155 (74,5%) | 551 (72,1%) | 0,42b |
Trabaja en hospital con financiamiento público (n, %) | 572 (79,6%) | 203 (80,6%) | 775 (79,8%) | 0,79b |
Número de camas del hospital en que trabaja (n, %) | 0,37b | |||
<200 camas | 220 (20,6%) | 73 (29,0%) | 293 (30,2%) | |
200-500 camas | 307 (42,7%) | 100 (39,7%) | 407 (41,9%) | |
>500 camas | 192 (26,7%) | 79 (31,4%) | 271 (27,9%) | |
Número de camas críticas del hospital en que trabaja (n, %) | 0,13b | |||
<10 camas | 164 (22,8%) | 66 (26,2%) | 230 (23,7%) | |
10-20 camas | 279 (38,8%) | 77 (30,6%) | 356 (36,7%) | |
21-30 camas | 126 (17,5%) | 51 (20,2%) | 177 (18,2%) | |
>30 camas | 150 (20,9%) | 58 (23,0%) | 208 (21,4%) | |
Relación personal medicina/paciente (n, %) | 0,07b | |||
1 cada 4 pacientes | 258 (46,4%) | 80 (38,5%) | 338 (44,2%) | |
1 cada 8 pacientes | 236 (42,4%) | 95 (45,7%) | 331 (43,3%) | |
1 cada 12 pacientes | 62 (11,2%) | 33 (15,9%) | 95 (12,4%) | |
Relación personal enfermería/paciente (n, %) | 0,02b | |||
1 cada 1 paciente | 45 (6,3%) | 13 (5,2%) | 58 (6,0%) | |
1 cada 2 pacientes | 473 (65,8%) | 144 (57,1%) | 617 (63,5%) | |
1 cada 3 pacientes | 130 (18,1%) | 55 (21,8%) | 185 (19,1%) | |
1 cada 4 pacientes | 71 (9,9%) | 40 (15,9%) | 111 (11,4%) | |
Personal de enfermería especializado en cuidados críticos (n, %) | 281 (39,1%) | 99 (39,3%) | 380 (39,1%) | >0,99b |
Cuenta con fisioterapeuta dedicado al paciente crítico (n, %) | 382 (68,7%) | 163 (78,4%) | 545 (71,3%) | 0,009b |
Referente en analgosedación y delirium disponible (n, %) | 231 (32,1%) | 78 (31,0%) | 309 (31,8%) | 0,75b |
Musicoterapia disponible (n, %) | 41 (7,4%) | 14 (6,7%) | 55 (7,2%) | 0,88b |
Terapia ocupacional disponible (n, %) | 91 (16,4%) | 47 (22,6%) | 138 (18,1%) | 0,06b |
Psicólogo clínico disponible (n, %) | 238 (42,8%) | 86 (41,4%) | 324 (42,4%) | 0,74b |
Equipo de movilización precoz dedicado disponible (n, %) | 204 (36,7%) | 67 (32,2%) | 271 (35,5%) | 0,27b |
DE: desviación estándar; RIC: rango intercuartil.
En opinión de los encuestados, en las unidades con mayor proporción de personal de enfermería por paciente (p=0,02) y con fisioterapeutas adscritos a UCI (p=0,009) antes de la pandemia hubo una menor persistencia de sobresedación tras la misma.
Prácticas de analgosedación previas a la pandemia COVID-19La percepción de prácticas de analgosedación previas a la pandemia puede observarse en la eTabla 1 del material suplementario.
El uso de analgosedación guiada por objetivos (p=0,001), el empleo de monitorización del dolor con la escala ESCID (p=0,014), la monitorización de la analgesia por parte de enfermería (p=0,008), la preferencia en el uso de la sedación ligera frente a la profunda (p=0,007), la sedación dinámica y secuencial (p=0,02), la monitorización del nivel de sedación (p=0,02), la frecuencia en la monitorización de la sedación (p=0,03) y el uso de electroencefalografía continua para medir el nivel de sedación (p=0,006) previos a la pandemia se relacionaron con una menor percepción de sobresedación tras la pandemia.
Farmacoterapia implementada en analgosedación previa a la pandemia COVID-19Los fármacos analgosedantes más utilizados antes de la pandemia se muestran en la eTabla 2. El analgésico más usado en dolor moderado-severo fue el fentanilo (58%), seguido de la analgesia multimodal (18,4%). El empleo de esta antes de la pandemia se relacionó con una menor percepción de persistir sobresedando a los pacientes tras la pandemia (p=0,006).
Los fármacos más usados en sedación superficial fueron la dexmedetomidina (39,8%), el propofol (35,7%) y el midazolam (22,6%), encontrándose una relación entre el empleo de propofol y la percepción de no persistencia de sobresedación tras la pandemia (p=0,007), y de forma inversa, una relación entre el uso de midazolam y la percepción de sobresedar a los pacientes tras la pandemia (p=0,001).
El fármaco más empleado en sedación profunda antes de la pandemia fue el midazolam (59,9%), seguido del propofol (37,2%).
Manejo general, no farmacológico y farmacológico del delirium previo a la pandemiaEl 44% de los encuestados decían tener protocolos de delirium y un 75% afirmaban realizar una búsqueda activa del mismo antes de la pandemia, o bien con escalas clínicas validadas (CAMICU e ICDSC) o basándose en la impresión clínica. De este 75%, el 74,1% usaban escalas, lo cual implica una medición del delirium con métodos validados en el 47,4% de los casos según la percepción de los encuestados (eTabla3).
Más del 70% de los encuestados afirmaban implementar alguna de las medidas del paquete ABCDEF de prevención del delirium antes de la pandemia, encontrándose relación entre la implementación de varias de estas medidas y otras adicionales y la no persistencia de la sobresedación tras la pandemia (eTabla 3).
Los fármacos más usados para la prevención y el tratamiento del delirium fueron, respectivamente, la dexmedetomidina en el 35,5% y el haloperidol en el 68,2% (eTabla 4).
Cambios en prácticas de analgosedación y delirium durante la pandemiaEl 74,9% de los encuestados afirmaron que durante la pandemia se había producido un cambio en las prácticas de analgosedación, y que el 69,9% que estos cambios habían persistido tras la pandemia (tabla 2). El 60,1% opinaron que durante la pandemia las prácticas de analgosedación y delirium fueron peores que antes, y los principales motivos argumentados para estos cambios fueron la sobrecarga asistencial (71,9%) y la presencia de personal no entrenado o sin experiencia (70,8%). Esto último influyó de forma significativa en la percepción de sobresedación tras la pandemia (p=0,002) (eTabla 5).
Cambios en prácticas de analgosedación durante y tras la pandemia COVID-19
Características | No persiste sedación profunda (n=719) | Persiste sedación profunda (n=252) | Total (n=1008) | p |
---|---|---|---|---|
Cambio de prácticas de analgosedación y delirium durante la pandemia (n, %) | 518 (72,0%) | 209 (82,9%) | 727 (74,9%) | 0,001a |
Persistencia de cambio de prácticas de analgosedación y delirium tras la pandemia (n, %) | 379 (65,5%) | 181 (81,5%) | 560 (69,9%) | <0,001a |
Uso de sedación profunda más frecuente en pandemia sin indicación (n, %) | 498 (69,4%) | 244 (96,8%) | 742 (76,5%) | <0,001a |
Uso de BNM más frecuente en pandemia sin indicación (n, %) | 498 (69,3%) | 219 (86,9%) | 717 (73,8%) | <0,001a |
Persistencia de uso de BNM más frecuente tras la pandemia (n, %) | 30 (5,1%) | 136 (56,9%) | 166 (20,0%) | <0,001a |
Uso de sedación secuencial o dinámica menos frecuente en pandemia (n, %) | 437 (60,9%) | 195 (77,4%) | 632 (65,1%) | <0,001a |
Persistencia de uso menos frecuente de sedación secuencial o dinámica tras la pandemia (n, %) | 57 (10,5%) | 141 (62,1%) | 198 (25,7%) | <0,001a |
Uso más frecuente de midazolam durante la pandemia (n, %) | 430 (60,2%) | 205 (81,7%) | 635 (65,8%) | <0,001a |
Persistencia de uso más frecuente de midazolam tras la pandemia (n, %) | 91 (16,9%) | 146 (64,0%) | 237 (30,9%) | <0,001a |
Uso más frecuente de sedación inhalatoria durante la pandemia (n, %) | 122 (17,1%) | 44 (17,5%) | 166 (17,2%) | 0,92a |
Persistencia de uso más frecuente de sedación inhalatoria tras la pandemia (n, %) | 88 (26,0%) | 36 (25,2%) | 124 (25,8%) | 0,91a |
Agente de sedación inhalatoria más común (n, %) | ||||
Isoflurano | 74 (43,8%) | 29 (55,8%) | 103 (46,6%) | 0,15a |
Sevoflurano | 95 (56,2%) | 23 (44,2%) | 118 (53,4%) | |
Reducción en monitorización del dolor durante la pandemia (n, %) | 255 (35,5%) | 144 (57,6%) | 399 (41,2%) | <0,001a |
Reducción en monitorización de la sedación durante la pandemia (n, %) | 211 (29,4%) | 131 (52,4%) | 342 (35,3%) | <0,001a |
Reducción en monitorización del delirium durante la pandemia (n, %) | 245 (34,3%) | 142 (57,0%) | 387 (40,2%) | <0,001a |
BNM: bloqueantes neuromusculares.
Los cambios más frecuentes durante la pandemia fueron el mayor uso de sedación profunda y bloqueantes neuromusculares (BNM) sin indicación (76,5% y 73,8%), seguidos de un mayor uso de midazolam (65,8%) y menos sedación secuencial o dinámica (65,1%). También se informó de una menor monitorización del dolor, la sedación y el delirium (41,2%, 35,3% y 40,2%, respectivamente). Además, según la percepción de los encuestados, se siguió haciendo un uso más frecuente de midazolam y de BNM tras la pandemia (30,9% y 20%, respectivamente). Todos estos cambios influyeron de forma significativa en una mayor percepción de persistencia de sobresedación tras la pandemia (tabla 2).
Respecto al delirium, el 51% de los encuestados informaron de una menor tasa de implementación de medidas preventivas de delirium (paquete ABCDEF y otras) durante la pandemia que se relacionó con la percepción de persistencia de sobresedación. Estas medidas fueron, por orden de frecuencia: disminución de los intentos de retirada de sedación (43,7%), no priorizar sedación ligera (40,1%), no ajustar parámetros ventilatorios para evitar asincronías (38,9%), disminución en monitorización del delirium (31,2%), no priorizar fármacos no benzodiacepínicos (29,5%), no realizar una analgesia adecuada (29,5%) y no emplear medidas de reorientación (TV, relojes, etc.) (25%). Todas ellas se relacionaron de forma significativa con una mayor percepción de persistencia de sobresedación tras la pandemia (tabla 3).
Cambios en el manejo del delirium durante la pandemia
Características | No persiste sedación profunda (n=719) | Persiste sedación profunda (n=252) | Total (n=1.008) | p |
---|---|---|---|---|
Disminución de implementación de medidas de prevención del delirium (n, %) | 333 (46,4%) | 159 (64,4%) | 492 (51,0%) | <0,001a |
Medidas del paquete ABCDEF | ||||
Reducción de garantizar analgesia adecuada (n, %) | 184 (26,9%) | 89 (36,9%) | 273 (29,5%) | 0,004a |
Disminución en intentos de retirada de sedación, pruebas de ventilación espontánea y/o protocolos de sedación ligera (n, %) | 283 (41,4%) | 121 (50,2%) | 404 (43,7%) | 0,02a |
Disminución en priorización de sedación ligera (n, %) | 261 (38,2%) | 110 (45,6%) | 371 (40,1%) | 0,047a |
Disminución en selección de fármacos no-benzodiacepínicos (n, %) | 189 (27,6%) | 84 (34,8%) | 273 (29,5%) | 0,04a |
Reducción en sedación secuencial y dinámica (n, %) | 162 (23,7%) | 63 (26,1%) | 225 (24,3%) | 0,49a |
Disminución en la monitorización del delirium (n, %) | 196 (28,6%) | 93 (38,6%) | 289 (31,2%) | 0,005a |
Disminución en la movilización y rehabilitación precoz (n, %) | 264 (38,6%) | 96 (39,8%) | 360 (38,9%) | 0,76a |
Menor participación familiar (n, %) | 348 (50,9%) | 110 (45,6%) | 458 (49,5%) | 0,18a |
Medidas más allá del paquete ABCDEF | ||||
Menos ajuste de parámetros ventilatorios para minimizar asincronías (n, %) | 248 (36,4%) | 110 (46,0%) | 358 (38,9%) | 0,01a |
Reducción de movilización y rehabilitación precoz (n, %) | 293 (43,0%) | 99 (41,4%) | 392 (42,6%) | 0,70a |
Disminución en retirada de dispositivos no necesarios (n, %) | 225 (33,0%) | 94 (39,3%) | 319 (34,7%) | 0,08a |
No evitar uso de restricciones mecánicas (n, %) | 188 (27,6%) | 62 (25,9%) | 250 (27,2%) | 0,67a |
Menor facilitación de la comunicación paciente-familia-personal sanitario (n, %) | 283 (41,6%) | 94 (39,3%) | 377 (41,0%) | 0,59a |
Menor participación de la familia y flexibilización de horario de visitas (n, %) | 271 (39,8%) | 94 (39,3%) | 365 (39,7%) | 0,94a |
Menor evitación de barreras sensoriales (n, %) | 151 (22,2%) | 46 (19,2%) | 197 (21,1%) | 0,36a |
Menor empleo de medidas de reorientación (n, %) | 185 (27,2%) | 45 (18,8%) | 230 (25,0%) | 0,01a |
Menor preservación del ciclo sueño-vigilia (n, %) | 193 (28,3%) | 61 (25,5%) | 254 (27,6%) | 0,45a |
Menor uso de estimulación neurocognitiva e intervenciones psicológicas precoces (n, %) | 133 (19,5%) | 49 (20,5%) | 182 (19,8%) | 0,78a |
El 25,9% de los encuestados consideraron que tras la pandemia se sedaba a los pacientes más de lo que necesitaban (IC95%: 22,4%-27,8%) y que el 12,8% que las prácticas de analgosedación y delirium eran peores que antes de la pandemia, relacionándose esto con la percepción de sobresedación (p<0,001). Tanto la persistencia de los hábitos adquiridos durante la pandemia, como la presencia de personal no entrenado, se relacionaron de forma significativa con la percepción de sobresedación tras la pandemia (p<0,001) (eTabla 6).
Análisis multivariadoAl considerar todos los anteriores elementos en un análisis multivariado utilizando una regresión logística múltiple, se apreció que 7 variables mantuvieron una asociación estadísticamente significativa con la percepción de sobresedación tras la pandemia. El principal factor de riesgo identificado fue el mantener los hábitos adquiridos durante la pandemia, con un odds ratio ajustado (aOR) de 3,16 (IC95%: 2,24-4,45; p<0,001). Otros factores fueron el personal no-entrenado o sin experiencia (aOR: 1,70; IC95%: 1,16-2,50; p=0,007) y el uso del midazolam para sedación superficial previo a la pandemia (aOR: 1,47; IC95%: 1,03-2,11; p=0,035) (tabla 4).
Regresión logística múltiple: factores asociados a persistencia de sobresedación tras la pandemia COVID-19 (pseudo R2=8,3%)
Variable | aOR | IC 95% | p |
---|---|---|---|
Persistencia de hábitos adquiridos en pandemia | 3,16 | 2,24-4,45 | <0,001 |
Personal no entrenado o sin experiencia | 1,70 | 1,16-2,50 | 0,007 |
Uso de midazolam para sedación superficial prepandemia | 1,47 | 1,03-2,11 | 0,035 |
Personal médico monitoriza aparición del delirium prepandemia | 0,70 | 0,50-0,98 | 0,038 |
Enfermería realiza monitorización analgosedación prepandemia | 0,69 | 0,49-0,98 | 0,038 |
Garantizar ciclo de sueño/vigilia | 0,68 | 0,49-0,96 | 0,027 |
Uso de analgosedación guiada por objetivos prepandemia | 0,66 | 0,45-0,98 | 0,039 |
Constante (α) | 0,40 | 0,24-0,67 | <0,001 |
aOR: odds ratio ajustada; IC: intervalo de confianza.
Existieron, además, varios factores que redujeron la probabilidad de percepción de sobresedación tras la pandemia COVID-19. Estos fueron que el personal médico monitorizara la aparición del delirium prepandemia (aOR: 0,70; IC95%: 0,50-0,98; p=0,038), que el personal de enfermería realizara la monitorización de la analgosedación prepandemia (aOR: 0,69; IC95%: 0,49-0,98; p=0,038), que se garantizara el ciclo sueño/vigilia antes de la pandemia (aOR: 0,68; IC95%: 0,45-0,96; p=0,027) y el uso de una estrategia de analgosedación guiada por objetivos previo a la pandemia (aOR: 0,66; IC95%: 0,45-0,98; p=0,039).
El modelo completo tuvo un área bajo la curva, en la curva de características de receptor-operador, de 0,70 (IC95%: 0,66-0,74) y mostró una apropiada bondad de ajuste (Hosmer & Lemeshow, p=0,59). El modelo completo se muestra en la tabla 4, y la curva ROC, en la figura 2.
DiscusiónLa pandemia COVID-19 impulsó el uso empleo generalizado de estrategias de sedación profunda en pacientes con insuficiencia respiratoria aguda y necesidad de VM, secundaria a neumonía viral y síndrome de distrés respiratorio agudo (SDRA)28. Este patrón se mantuvo pospandemia, no siempre de forma justificada, según el 25,9% de los intensivistas encuestados, dato también reflejado en estudios previos. El principal factor de riesgo identificado para la sobresedación pospandemia, con un OR de 3,1, fue la continuación del hábito de sedación profunda adquirido durante la pandemia, desplazando estrategias previas como el paquete de medidas ABCDEF.
La literatura existente subraya los peligros de la sobresedación, especialmente cuando se aplica tempranamente, y esto se extiende al periodo post-COVID29-31. Stephens et al.26 encontraron que la sedación profunda temprana en pacientes bajo VM por COVID-19, con un uso elevado de benzodiacepinas, estaba vinculada a un incremento en la mortalidad (aOR: 3,44; IC95%: 1,65-7,17; p<0,01). Estos autores indicaron que aproximadamente el 70% de los pacientes con COVID-19 en VM recibieron sedación profunda temprana, lo que se asoció con peores resultados, incluyendo menos días libres de VM, estancias hospitalarias más largas y mayor mortalidad.
Otros factores descritos en otros estudios, como el tipo de hospital (público/privado), el número de camas hospitalarias y de la UCI, su carácter universitario y la docencia en cuidados críticos, aunque fueron analizados, no se relacionaron con la sobresedación pospandemia en nuestro estudio32-35. En cambio, la relación personal enfermería/paciente y la presencia de fisioterapeutas sí mostraron una relación significativa, resaltando la importancia de mantener una proporción adecuada de personal sanitario por paciente, hecho también resaltado por autores en estudios previos36.
Un hallazgo importante y novedoso en nuestro estudio es la gran variabilidad que se encontró entre las diferentes regiones encuestadas y que influyó de forma significativa en esta percepción (p<0,001). El 35% de los encuestados en la región de Sudamérica consideraron que se sobresedaba a los pacientes tras la pandemia, comparado con el 19% en Europa y el 15% en Norteamérica. Estos datos, que por primera vez discriminan estas diferencias geográficas, nos indican que posiblemente la ausencia de protocolos adecuados de sedación en los que se priorice la sedación ligera, el grado de implementación inadecuada de los mismos, la falta de monitorización adecuada, el desabastecimiento en fármacos sedantes y la ausencia de personal asistencial capacitado podrían haber influido en esta diferencia geográfica1.
Desde la perspectiva farmacológica, la escasez global y la necesidad de usar los fármacos disponibles llevaron al uso excesivo de benzodiacepinas y opioides, particularmente midazolam (19% vs 32%, p=0,001), que a su vez se asoció con la sobresedación pospandemia. La sobresedación con benzodiacepinas hipnóticas durante la pandemia tuvo un impacto negativo en el pronóstico de los pacientes, especialmente en la estancia y la mortalidad tras ajustar por SOFA33-35. El uso de benzodiacepinas en pacientes críticos en VM se ha vinculado a eventos adversos, como demora en el despertar y la extubación, estancias prolongadas en la UCI y hospitalización, aumento del delirium, deterioro cognitivo y síndrome post-UCI37-39. Las recomendaciones actuales enfatizan la importancia de priorizar fármacos no benzodiacepínicos29,40-44.
Otro hallazgo importante de este estudio es la relación entre la monitorización de la analgosedación previa a la pandemia y la percepción de sobresedación posterior a la misma, poniendo de manifiesto, una vez más, la importancia de la monitorización para el manejo adecuado de la analgosedación. Tanto la monitorización de la analgesia por parte de enfermería (p=0,008), la monitorización del nivel de sedación (p=0,02) y la frecuencia de la misma (p=0,03), como el uso de electroencefalografía continua (p=0,006) previos a la pandemia, se relacionaron con una menor sobresedación tras la misma.
Estos datos concuerdan con la evidencia científica actual, en la que la monitorización del dolor y del nivel de sedación con escalas validadas, y de forma frecuente, se han considerado esenciales para evitar la sobresedación y evitar eventos adversos16. Más recientemente, el uso de electroencefalografía continua ha sido reconocido por un consenso de expertos como una herramienta útil para guiar la sedación de pacientes críticos adultos, y se recomienda en todos los pacientes que reciban sedación profunda (estén o no recibiendo BNM), cuando la evaluación clínica no es posible45.
Otro punto importante para evitar sobresedación y eventos adversos es la adherencia al paquete de medidas ABCDEF46. En nuestro estudio, antes de la pandemia la adhesión a un protocolo de analgosedación era del 60%, aumentando al 80% cuando la analgosedación estaba guiada por objetivos, y al 90% con protocolos de sedación ligera, lo cual supone un alto grado de cumplimiento respecto a los resultados de otros estudios47-49. Estas prácticas se vincularon significativamente con una menor percepción de sobresedación pospandemia50-52.
La adherencia al paquete de medidas ABCDEF varió regionalmente, habiéndose descrito una gran heterogeneidad en diferentes estudios que muestran una adhesión generalmente pobre, con gran cantidad de barreras y facilitadores52-54. La pandemia exacerbó los desafíos, con la sobrecarga laboral y la falta de personal capacitado como barreras principales20. Durante el año 2019, Carboni Bisso et al.55 desarrollaron un trabajo para determinar el alcance y la aplicación de estas medidas en Argentina, y encontraron que a pesar del conocimiento del paquete de medidas, o bundle, la adherencia era dispar. Este mismo grupo realizó un cuestionario similar durante la pandemia, y encontró que las condiciones de aislamiento y la sobrecarga laboral eran factores determinantes a la hora de comprender las limitaciones en la implementación del paquete ABCDEF, datos estos últimos que concuerdan con nuestros hallazgos de alta carga laboral para el personal de salud involucrado, así como personal inexperto en el cuidado de los pacientes críticos, temor a las medidas de aislamiento para evitar contagios en el personal y a eventos de seguridad, como autoextubación o desplazamientos del tubo orotraqueal20. En el SAMDS-ICU, Luz et al.21 evaluaron la aplicación del paquete de medidas antes y durante la pandemia, y encontraron que muchas de las prácticas no se mantuvieron durante la pandemia, considerando que los mayores desafíos para mantener esta política fueron la sobrecarga laboral en el personal sanitario y la reducción en la presencia de especialistas entrenados en cuidados críticos.
Finalmente, el menor uso de escalas validadas para monitorizar el delirium durante la pandemia y la menor implementación en las medidas de prevención se asociaron a una mayor sobresedación tras la pandemia vs prepandemia (64,4% vs 46,4%; p<0,001). Si tenemos en cuenta los porcentajes elevados de diagnóstico de delirium en COVID, con registros del 50 al 60% del tipo hiperactivo en algunas series, estamos ante un fenómeno de aumento importante en la incidencia de delirium asociado a estas prácticas inadecuadas de sedación13,56. Recientemente Owen et al.57 han demostrado, en más de 44.000 pacientes admitidos en UCI canadienses, que la implementación del paquete de medidas ABCDEF disminuyó la incidencia del delirium (descenso bimensual de 0,34%; IC95%: 0,18-0,50%; p<0,01) de un 33,48% (IC95%: 29,64-37,31%) en 2017 hasta el 28,74% (IC95%: 25,22-32,26%) en 2019. Las mayores barreras descritas en nuestro estudio para disminuir la implementación de la prevención fueron la no implicación de la familia en el cuidado del paciente en la UCI, la dificultad para monitorizar la sedoanalgesia y el aumento en el uso de benzodiacepínicos, que ya han sido descritas en estudios previos58,59.
Nuestro estudio presenta varias limitaciones y puntos destacables. Las limitaciones del estudio incluyen la subjetividad de la encuesta y la heterogeneidad en el manejo de la analgosedación en las distintas regiones. Asimismo, no se consideró la jerarquía laboral del encuestado, lo que podría influir en la percepción del uso de medicación. Otro limitante es que, a pesar de lograrse un tamaño muestral considerable, hubo países con una menor tasa de respuesta, limitando la representatividad de nuestros resultados en dichas naciones. Entre los puntos destacables creemos haber obtenido respuesta de un gran número de países de la FEPIMCTI, con especialistas que manejaron a pie de cama a un gran número de pacientes con analgosedación tanto antes como durante y después de la pandemia, resultando esta una información relevante respecto a los factores que han influido en los cambios de analgosedación en nuestro entorno.
Consideramos que el conocimiento de las prácticas de analgosedación y delirium a nivel regional es relevante para el desarrollo de comités locales o grupos de trabajo de expertos en analgosedación y delirium, encargados de discutir y difundir estrategias para la implementación del paquete de medidas ABCDEF y sobresedación Zero.
ConclusionesPrevio a la pandemia COVID-19, el manejo de la analgosedación estuvo marcado por un uso mayoritario de protocolos dirigidos, con priorización de la sedación ligera y dinámica en pacientes críticamente enfermos. Durante la pandemia aumentó el porcentaje de pacientes ingresados en la UCI con sedación profunda. La percepción de los médicos encuestados es que, tras la pandemia, esta tendencia a la sedación profunda se mantuvo, y no siempre de forma justificada. Esta encuesta demostró que el personal no entrenado o con poca experiencia en cuidados críticos, el menor uso de la monitorización de la analgosedación, la menor relación de personal de enfermería en la UCI y los hábitos adquiridos durante la pandemia, especialmente el uso regular de benzodiacepinas y la sobresedación, son las principales causas asociadas a esta percepción pospandemia. Es necesario retomar la socialización y el reentrenamiento en protocolos y paquetes de medidas de sedación segura, así como la reducción de la sobresedación en la UCI.
FinanciaciónNo se ha recibido financiación total o parcial para la realización del estudio, ni ningún tipo de beca o soporte financiero.
Investigación realizada con el apoyo del Comité de Analgesia, Delirium y Sedación de la Federación Panamericana e Ibérica de Cuidados Críticos y Terapia Intensiva (FEPIMCTI). URL: https://fepimcti.org/comite-de-expertos/sedacion-y-analgesia/
Consideraciones éticasEl estudio fue evaluado y aprobado por la Red Municipal de Bioética Clínica y Social de la Ciudad de Córdoba (Argentina) y se ajustó a la Ley Nacional de protección de Datos Personales 25.326 (Rep. Argentina) para resguardar la identidad y los datos de los participantes, garantizando absoluto anonimato y confidencialidad de la información. Cada participante dio su consentimiento informado al completar la guía, habiendo antes recibido información respecto a los objetivos y tiempo que le llevaría completarla.
Conflicto interesesTodos los autores declaran no tener conflicto de intereses.