"Siempre resulta agradable observar, con sencillez, que una ilusión, un sueño deseado se convierte en realidad". Con esta frase comenzaba el prólogo que Ignacio Sánchez Nicolay escribió para la primera edición del "Manual de Soporte Vital Avanzado en Trauma del Plan Nacional de RCP" y en ella se sintetizan algunos aspectos esenciales de la personalidad de uno de los médicos intensivistas españoles más carismáticos. Su reciente fallecimiento nos ha dejado tristes a todos los que le conocimos.
Estudiante en Salamanca, internista por formación, intensivista por vocación, "emergencista" por pasión y experto en catástrofes por todo lo anterior y más, el profesor Sánchez Nicolay, Iñaki, impulsó el desarrollo de la Medicina Intensiva desde su unidad del Hospital Virgen del Camino de Pamplona y lideró al grupo de los llamados "turroneros", llamados así por que iban de ciudad en ciudad vendiendo la idea de la necesidad de la asistencia prehospitalaria cualificada e influyendo de forma decisiva para que España recuperase las décadas de retraso con respecto a otros países occidentales en el desarrollo de la asistencia a las emergencias. Los cargos desempeñados (Presidente del Colegio de Médicos de Navarra, Presidente de la SEMICYUC, Presidente de la Organización Médica Colegial española, etc.) no fueron sino simples empleos desde los que pudo realizar su enorme contribución profesional.
En el momento adecuado y en el lugar adecuado, la Secretaría del Primer Plan Nacional de RCP de la entonces SEMIUC me permitió coincidir con Iñaki en su sede de Pamplona y luego en tantos otros sitios. De entre todos ellos quisiera destacar aquí cuando, en enero de 1987, coincidimos en Lyon (Francia) durante el Primer Congreso Internacional de Ayuda Médica Urgente, en el que un grupo de intensivistas españoles, con Iñaki a la cabeza, contribuyeron, entre otras muchas aportaciones, a sentar las bases para la posterior creación del Consejo Europeo de Resucitación. El clima gélido, la interminable nevada y la frugalidad de los almuerzos fueron mitigados por la amenidad de sus comentarios, siempre contento de estar rodeado por médicos residentes que observábamos con admiración a aquel grupo de intensivistas pioneros.
Algunos años después, una idea suya de preparación conjunta de una sesión interactiva sobre el futuro de la atención urgente (por cierto, una de las primeras de este tipo que se realizaron en España) me permitió disfrutar además de su sentido del humor, de sus conocimientos gastronómicos (¡¡indescriptibles!!), de su capacidad de comunicar y de tantas otras virtudes. Fruto de esta colaboración y de la amistad surgida de ella fue una invitación a Candanchú (Huesca), a las Jornadas de Invierno de Medicina Intensiva (JIMI). Los que hayan asistido alguna vez a las JIMI de Ignacio Sánchez Nicolay no podrán olvidar la famosa cita "a las doce en la B12". Organizadas con un adecuado equilibrio de ocio matutino y trabajo vespertino, en la caseta situada al pie de la pista B12 se podía disfrutar a las doce de la mañana de un trago de buen vino de la Rioja bebido en bota y de una generosa ración de la mejor chistorra navarra, todo ello preparado por el propio Iñaki, ataviado de blusón regional, botas de descanso y gorra de esquiador. La casualidad hizo que nunca pudiera hacerle una fotografía durante dicha liturgia gastronómica, pero en la memoria de todos los asistentes esa imagen permanecerá imborrable.
Tuve ocasión de ver por última vez a Ignacio Sánchez Nicolay en Tenerife, donde viven varios de sus hijos y a cuyos campos de golf era muy aficionado. Su confianza en los especialistas en Medicina Intensiva era tal que, ingresado por una situación no crítica en un centro privado que carece de intensivistas en su UVI, llamó por teléfono a la Secretaría de la SEMICYUC pidiendo ayuda para localizar a alguno en la zona. El azar hizo que la llamada llegase a mi teléfono y me reencontré después de varios años con un Iñaki cansado y afectado por dolencias discapacitantes, ¡¡él, que no había podido estar quieto ni un instante de su vida!! Más tarde pudimos compartir un arroz meloso con bacalao y algunas reflexiones sobre el camino seguido por los cuidados de emergencias en España, que a ninguno de los dos nos parecía el mejor posible. Nuestra última conversación fue en una llamada de agradecimiento que le hice por unos espárragos navarros de abril envasados al vacío y acompañados de una sabia receta para su preparación. Recientemente recibí una nueva remesa de tan exquisito manjar, pero la nueva llamada ya no la pude realizar al llegarme la noticia de su imprevisto fallecimiento. Desde aquí le doy las gracias por todo y le dedico el más afectuoso y respetuoso recuerdo.
Ignacio Sánchez Nicolay rodeado de residentes de Medicina Intensiva en uno de los almuerzos del Congreso.
J.A. Álvarez Fernández
Santa Cruz de Tenerife.
Mayo de 2005.