Al inicio de los años treinta S.S. Yudin realizó exitosamente una de las primeras transfusiones con sangre procedente de cadáver1. Desde entonces la práctica se extendió, llegando a España de la mano de Frederic Durán i Jordà y Norman Bethune, clínico recientemente homenajeado en un artículo de MEDICINA INTENSIVA2,3. En las décadas sucesivas los avances en medicina, las mejoras en técnicas de conservación y la disminución de conflictos bélicos han llevado a la obsolescencia e incluso a la denostación de la práctica.
La recursividad es producto de la necesidad, y si bien no podemos considerar que exista una crisis de sostenibilidad del Banco de Sangre español, esto ha empezado a ser un problema en Estados Unidos4.
En España, la Organización Nacional de Trasplantes es la que gestiona de manera centralizada la donación de órgano sólido, tejidos y precursores hematopoyéticos. La donación de derivados sanguíneos, en cambio, recae sobre las autonomías (RD 1088/2005) bajo las directrices europeas (2002/98/CE). Según la Ley 30/1979, todo ciudadano español debe ser considerado donante de órganos y tejidos si en vida no ha expresado lo contrario (consentimiento presunto), especificándose que dicha ley «no será de aplicación a la utilización terapéutica de la sangre humana y sus derivados». La donación de sangre, por contra, se concibe como «acto voluntario y altruista» (RD 1945/1985), sin referencia alguna a la situación de muerte encefálica (ME).
La pregunta sobre la posibilidad de plantear la donación de sangre en situación de ME no pretende crear un conflicto, entendiendo que no se debería donar sangre antes de una extracción de órganos al comprometerse la validez de estos. Sin embargo, cabría preguntarse si la negativa familiar a la donación de órganos ha de extenderse a la de sangre.
La mayoría de las donaciones de órganos se producen en ME. El porcentaje de negativas a la donación es mayor en ME que en donación en asistolia. Entre las causas de dicha negativa destacan la presunta negativa en vida (40,7%) y la negativa familiar (24%), aunque de manera subyacente pueden estar presentes la desconfianza en el sistema sanitario, la incomprensión de la ME, el concepto de mutilación del cadáver o las creencias religiosas5. La donación de sangre no compromete la integridad del cuerpo, sobrellevando alguno de estos argumentos, y todavía más si este hubiera sido donante de sangre previamente.
En la práctica, la donación de sangre supondría un procedimiento técnicamente sencillo en las UCI, donde los pacientes tienen canalizados accesos vasculares y existe un contacto estrecho con un servicio de transfusión. Asimismo, el estudio del potencial donante de órganos incluye las pruebas necesarias para el estudio de donante de sangre.
Considerando todo esto, cabría plantear algunas preguntas que pudieran abrir un debate más amplio: ¿se podría proponer ampliar el consentimiento presunto a la donación de sangre en ME?, ¿sería factible llevar a cabo la logística para hacer posible la donación de sangre en ME?, ¿se podría plantear justo después o durante la extracción de órganos mediante eritrocitoaféresis?, ¿extraeríamos los 450 ±50ml habituales, o podríamos extraer cantidades mayores?
FinanciaciónNo ha habido financiación externa para este estudio.
Conflicto de interesesLos autores declaramos no tener ningún conflicto de intereses.