En la era de la Medicina basada en la evidencia, es importante demostrar una adecuada relación riesgo beneficio de las intervenciones terapéuticas. De acuerdo con este nuevo paradigma, no es admisible someter al paciente a intervenciones para las que no se haya demostrado su eficacia en términos de disminución de la mortalidad o de la morbilidad.
Desde mediados del siglo XX, la transfusión de sangre alogénica (TSA) es una de las terapias habituales de la anemia, siendo esta práctica común en el tratamiento de la anemia del paciente crítico. Un 37% de estos pacientes se transfunde durante su estancia en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), y un 73% si la estancia se prolonga más de una semana1 . Esta liberalidad en la prescripción de TSA parece estar ligada a la seguridad de las mismas, ya que los médicos creen que los riesgos de las TSA están controlados y, por tanto, son asumibles. Las sofisticadas técnicas de escrutinio a las que se somete la sangre donada aseguran que aun las viriasis más relacionadas con la transfusión (virus de la hepatitis B y C, y virus de la inmunodeficiencia humana [VIH]) tienen una incidencia extremadamente baja2 .
Desafortunadamente, ésta no es una verdad para todos, ya que, de los 75 millones de unidades de sangre que se donan anualmente, al menos 13 millones no se testan para los virus de la hepatitis B, hepatitis C y VIH. En los países pobres el acceso a la sangre “segura” es financieramente prohibitivo, y las consecuencias terribles: 16 millones de infecciones de hepatitis B, 4,7 millones de hepatitis C y hasta 160.000 infecciones por VIH2 . En Occidente nos sentimos seguros, olvidando que, un número significativo de hepatitis, cirrosis, hepatomas y síndromes de inmunodeficiencia adquirida son el resultado de prácticas transfusionales del pasado que, en su momento, parecieron seguras a los médicos que las prescribieron. Periódicamente, nuevas infecciones transmitidas por la sangre nos recuerdan que lograr un riesgo de transmisión “cero” es casi imposible. Existen además otros efectos adversos, no infecciosos, inmunológicos o no, de la TSA difícilmente controlables y que se asocian a morbilidad en el paciente que la recibe.
El envejecimiento de la población, la cirugía sofisticada – hasta la mitad de la sangre se consume en el período perioperatorio – y, sobre todo, la creencia en una sangre “segura” ha conducido a un crecimiento exponencial de las TSA. Desgraciadamente la oferta de sangre es cada vez menor y los donantes se seleccionan con criterios cada vez más estrictos. La consecuencia es que aumenta el número de pacientes que precisan TSA y disminuye la disponibilidad de este recurso. Conscientes de esta realidad, diversos grupos de expertos han elaborado guías de práctica clínica con el objetivo de optimizar el uso de hemoderivados3,4 y, recientemente, se ha legislado por la Comunidad Europea todo lo relativo a la recolección y almacenamiento de la sangre.
EFECTOS DE LA TRANSFUSIÓN DE SANGRE EN EL PACIENTE CRÍTICOLa anemia es muy prevalente en la población de pacientes críticos y, como ya se ha indicado, hasta un 73% de los pacientes ingresados en la UCI durante más de una semana son transfundidos1 . Paradójicamente, a pesar de que el número de pacientes transfundidos es muy superior al del que desarrolla sepsis o se somete a ventilación mecánica, se ha profundizado mucho más en la investigación de estos últimos que sobre los posibles efectos de la TSA en el paciente crítico. Sólo muy recientemente se ha cuestionado la eficacia de la sangre para alcanzar el único objetivo de la transfusión: aumentar el transporte de oxígeno con los mínimos efectos indeseables. A este respecto, Weiskopf asevera que “aunque se transfunden 12 millones de unidades anualmente en los Estados Unidos, la eficacia de esta medida biológica no ha sido demostrada en estudios prospectivos controlados, ni mediante otros criterios por los cuales se podría juzgar la eficacia de la transfusión de concentrado de hematíes”5 . Incluso se cuestiona si la TSA sería aprobada hoy por la Food and Drug Administration (FDA), y no necesariamente debido a sus efectos adversos, sino a la falta de estudios documentando su eficacia6 . Son duras estas afirmaciones después de más de 100 años de transfusiones sanguíneas.
Se intuye, aunque no se haya probado por estudios controlados, que la transfusión es eficaz en situaciones de pérdidas masivas de sangre. De hecho, en testigos de Jehová sometidos a cirugía cardíaca y que rehusaron las transfusiones sanguíneas, la mortalidad se concentró en aquellos pacientes con concentraciones más bajas de hemoglobina, de modo que las 23 muertes atribuidas a la anemia se produjeron en pacientes con hemoglobina ≤ 5 g/dl7 . También, en situaciones de anemia extrema debida a hemodilución grave se ha descrito un incremento de la morbimortalidad relacionada con la misma. En estudios llevados a cabo en animales se ha documentado disfunción cardíaca y deterioro de la oxigenación visceral tras hemodilución hasta concentraciones de hemoglobina de 3 g/dl. Los cambios revirtieron cuando los animales fueron transfundidos con la sangre previamente extraída, pero no al infundir coloides8 . Finalmente, en cirugía cardíaca, la hemodilución hasta cifras de 17% de hematocrito se asocia a un incremento de la morbimortalidad9,10 . En cualquiera de los casos parece que los efectos deletéreos de la anemia aparecen cuando se alcanzan cifras muy bajas de hemoglobina.
Aunque la transfusión puede ser eficaz en pérdidas masivas y hemodiluciones graves, la mayor parte de los intensivistas prescriben TSA a pacientes con niveles de hemoglobina sólo relativamente bajos y en situaciones más controladas que en los supuestos arriba enunciados. Pensamos que la TSA aumentará el transporte de oxígeno y, por tanto, disminuirá su débito, “aliviando” la hipoxia tisular. Sin embargo, el hipotético beneficio de la TSA no ha sido demostrado de forma inequívoca. Cuando se calculan el transporte y consumo de oxígeno, mediante el principio de Fick con catéter de termodilución, ambos se incrementan después de la TSA, pero este incremento puede no ser real y deberse a un error metodológico (acoplamiento matemático con elementos comunes de las fórmulas de transporte y consumo de oxígeno)11 . La TSA puede no incrementar el consumo de oxígeno, cuando éste se valora directamente mediante calorimetría indirecta, a pesar de aumentar el consumo de oxígeno calculado. Así, pocos trabajos describen un incremento del consumo de oxígeno después de las TSA y la mayor parte sólo documentan un aumento del transporte12 . La falta de incremento en el consumo puede indicar que en la mayoría de las situaciones, antes de la TSA, el consumo no era dependiente del transporte. Sin embargo, en pacientes con prueba de dobutamina positiva13 , acidosis láctica14 y sépticos15 , donde puede existir una dependencia consumo/transporte de oxígeno, la TSA no incrementa el consumo tisular de oxígeno.
Si no existe una clara evidencia de la eficacia de la TSA en disminuir la hipoxia tisular, tampoco la hay de que transfundir aumente la supervivencia. Los estudios en testigos de Jehová que rehusaron las transfusiones sanguíneas nos han enseñado mucho sobre la anemia, la tolerancia a la anemia y los beneficios de la transfusión. Es cierto que la anemia prequirúrgica16 , las pérdidas de sangre durante la cirugía17 y la anemia en pacientes isquémicos18 están asociadas a un incremento de la morbimortalidad, sugiriendo que la anemia es mal tolerada por los pacientes críticos. Sin embargo, la TSA no revierte necesariamente los efectos deletéreos de la anemia16 . Muy al contrario, recientemente se han publicado estudios observacionales de cohortes en los que la TSA se asocia a un incremento de la morbimortalidad. En uno de ellos que incluyó a 15.534 pacientes ingresados en un centro de politraumatizados de primer nivel, se constató que la TSA era una variable asociada de manera independiente con un aumento de la mortalidad y de la estancia en UCI y en el hospital19 . Un estudio epidemiológico, prospectivo, multicéntrico que incluyó 145 UCI europeas, mostró una asociación directa entre TSA y mortalidad, así como entre TSA y disfunción multiorgánica1 . Esta relación permaneció incluso después de controlar para variables de confusión como la gravedad del paciente o la dificultad de la cirugía. En otro estudio se observó que la inmunosupresión provocada por la TSA podía incrementar la mortalidad hasta 5 años después de la cirugía cardíaca20 , aunque puede aducirse que los pacientes transfundidos presentaban una mayor gravedad que los no transfundidos, siendo la TSA un mero marcador de variables de confusión no controladas. Finalmente, un estudio multicéntrico, prospectivo, controlado y aleatorizado diseñado para comparar una estrategia transfusional restrictiva (mantener la hemoglobina entre 7 y 9 g/dl) con otra liberal (mantener la hemoglobina entre 10 y 12 g/dl) demostró que la mortalidad fue similar en ambos grupos21 . Sin embargo, cuando se consideraron los subgrupos de pacientes jóvenes (menos de 55 años) y menos graves (APACHE <20), la mortalidad a los 30 y 60 días fue significativamente superior en los enfermos transfundidos liberalmente. Al menos otros dos estudios controlados han corroborado los buenos resultados de la aplicación de una política transfusional restrictiva en pacientes sometidos a cirugía cardíaca22,23 .
¿CÓMO PODRÍA LA TRANSFUSIÓN DE SANGRE INCREMENTAR LA MORBIMORTALIDAD?La transfusión es el primer trasplante conocido que, a diferencia de otros trasplantes de órganos sólidos, no precisa de terapia inmunosupresora del receptor. Hay suficiente evidencia para asegurar que la sangre del donante provoca cambios inmunes en el receptor y que estos cambios perduran largo tiempo, como sugiere la convivencia (quimerismo) de los linfocitos del donante con los del receptor, años después de la transfusión24 . El efecto inmunosupresor que la sangre alogénica produce sobre el receptor es conocido como efecto TRIM (TRIM effect: transfusion-related immunomodulation)25 . Esta capacidad de la sangre para modular la respuesta inmune del receptor ha demostrado efectos beneficiosos en el trasplante renal: los pacientes transfundidos tuvieron una tasa de rechazo significativamente inferior a la de los pacientes no transfundidos26 . Desafortunadamente, múltiples estudios observacionales han mostrado una fuerte asociación entre TSA e infección nosocomial25,27,28 y entre TSA y recurrencia de neoplasias tras cirugía potencialmente curativa, sugiriendo que el efecto TRIM puede contribuir a un estado de inmunodepresión que favorece la adquisición de infecciones nosocomiales y la recidiva de tumores. En cirugía cardíaca, es especialmente relevante la relación entre TSA y neumonía nosocomial, relación que parece ligada a la transfusión de concentrado de hematíes29 .
Para explicar el efecto deletéreo de la transfusión de sangre sobre el receptor, se han formulado múltiples teorías que involucran a los leucocitos del donante, a la presencia de sustancias bioactivas liberadas de hematíes y leucocitos durante el almacenamiento de la bolsa de sangre, a los péptidos 25,30-32 , o bien a un mecanismo no inmune que produce daño tisular y disfunción orgánica en el receptor, como puede ser el edema pulmonar asociado a la transfusión de sangre (TRALI: transfusion – related acute lung injury)33 . Cualquiera que sea el mecanismo, los efectos deletéreos de la TSA guardan una relación directa con el número de bolsas transfundidas 28 y con el tiempo de almacenamiento de las mismas en el banco de sangre. Los hematíes almacenados durante un tiempo prolongado (hematíes viejos) son morfológica y funcionalmente diferentes de los hematíes con cortos períodos de almacenamiento (< 15 días, hematíes frescos), y presentan una limitada capacidad para deformarse y ceder oxígeno a la periferia 34 . Los hematíes transfundidos a pacientes críticos tienen un tiempo de almacenamiento entre 15 y 30 días 35 y, por tanto, un número importante de pacientes son transfundidos con unidades “viejas”. Esto puede tener importantes repercusiones fisiopatológicas ya que estudios en animales han mostrado, claramente, que sólo la sangre “fresca” restaura el consumo de oxígeno a la norma-lidad 8,36 . Además, los pacientes sépticos transfundidos con sangre almacenada durante más de 15 días presentan una disminución del pH de la mucosa gástrica, sugiriendo que la sangre “vieja” puede provocar isquemia visceral 37 .
Por otra parte, estudios observacionales en diferentes poblaciones de pacientes han demostrado una asociación entre almacenamiento prolongado de sangre alogénica e infección perioperatoria, sobre todo en pacientes politraumatizados 38-40 o sometidos a cirugía cardíaca 27,28,41,42 . Un tiempo de almacenamiento superior a 2-3 semanas se asocia con incremento de la mortalidad, de la estancia hospitalaria, del fracaso multiorgánico y de neumonía nosoco- 41-45 . Nuestro grupo ha demostrado recientemente que la TSA de más de 28 días de almacenamiento puede favorecer el desarrollo de neumonía nosocomial en pacientes sometidos a cirugía cardíaca 42 .
Finalmente, es sabido que la sepsis es la principal causa de muerte del paciente crítico46 y que los pacientes sépticos presentan activación endotelial y edema intersticial por lo que los hematíes viejos, poco deformables, pueden quedar atrapados e impedir el flujo local. Como la sepsis se acompaña de una deficiente reactividad arteriolar, la vasodilatación compensadora puede estar mermada. Así, los hematíes almacenados durante largo tiempo pueden empeorar la isquemia tisular y favorecer la infección. Adicionalmente, algunos pacientes sépticos presentan una respuesta Th2 exacerbada y la reversión de esta respuesta parece mejorar su supervivencia46 . Desafortunadamente la sangre almacenada exacerba la respuesta Th225,32 por lo que, teóricamente, podría influir adversamente sobre la supervivencia.
¿EXISTEN ALTERNATIVAS A LATRANSFUSIÓN DE SANGRE ALOGÉNICA EN EL PACIENTE CRÍTICO?La alarma ante las enfermedades víricas transmitidas por la TSA, la descripción de nuevos efectos deletéreos y la escasez de donantes ha originado que en los últimos años se asista a una invasión de medidas farmacológicas y no farmacológicas para disminuir el número de TSA. La aprotinina, un inhibidor de las serín-proteasas, reduce el sangrado y el número de TSA en pacientes intervenidos de cirugía car-díaca47,48 . El ácido tranexámico, el ácido épsilonaminocaproico y la desmopresina pueden ser eficaces en disminuir el sangrado en pacientes quirúrgicos seleccionados, aunque su eficacia parece inferior a la de la aprotinina48 . La eritropoyetina recombinante humana disminuye en un 20% el número de TSA en pacientes críticos49 . El factor VII activado recombinante ha demostrado disminuir el sangrado en pacientes hemofílicos, y algunos estudios no controlados sugieren que puede ser eficaz en el sangrado masivo de pacientes quirúrgicos, politraumatizados o con hemorragia espontánea que amenaza la vida50 . Un estudio controlado reciente muestra su eficacia en la disminución del sangrado en pacientes con prostatectomía retropúbica51 ; sin embargo, se precisa de mayor evidencia para recomendar su uso en pacientes críticos. Los transportadores artificiales de oxígeno incluyen perfluorocarbonos y hemoglobinas recombinantes se encuentran en diferentes estadios de investigación clínica en la actualidad52 . La reinfusión de la propia sangre del paciente (autotransfusión), donada antes de la intervención quirúrgica o recuperada del lecho quirúrgico o tras la intervención y reinfundida con recupera-dores, cada vez se acepta más como medida no farmacológica para reducir la exposición a sangre alogénica53 .
Varias sociedades científicas han editado guías de buena práctica clínica para racionalizar el consumo de hemoderivados y ponderar la relación coste-be-neficio de las diferentes alternativas a las transfusiones de sangre3,4 . Sorprendentemente, a pesar del alto consumo de sangre en pacientes críticos, existen pocas guías que ayuden en la decisión de transfundir, aunque proliferan grupos para estudiar este tópico en Medicina crítica (TRICC: Transfusion Requirements in Critical Care Investigators and the Canadian Critical Care Trials Group; ISPOT: The international Study of Peri-operative Transfusion Investigators ). Dos recientes editoriales en Critical Care Medicine señalan la necesidad de disminuir el umbral transfusional a 7,5 g/dl y de transfundir sangre con menos de 15 días de almacenamiento, como los dos retos más importantes de la medicina transfusional en el paciente crítico54,55 .
La Sociedad Europea de Anestesiología concede a la medicina transfusional la misma importancia que a otras materias clásicas como la monitorización, circulación o ventilación mecánica56 . La Sociedad Española de Anestesiología y Reanimación ha asumido estas recomendaciones y creado un grupo de trabajo específico. Desde su sede en la Facultad de Medicina de Málaga, el Grupo Internacional de Estudios Multidisciplinarios Sobre Autotransfusión (GIEMSA) es pionero en la formación de un grupo multidisciplinario que aúna investigadores básicos, hematólogos, anestesistas, cirujanos e intensivistas, entre otros. Desde su creación hace 8 años, GIEMSA se ha venido consolidando como un referente en medicina transfusional, tanto a nivel clínico como a nivel docente y de investigación53,57-59 .
Recientemente, en el último Congreso de la SEMICYUC (Salamanca, 2003), se creó el Grupo de Hemoderivados con el objetivo de conocer la práctica transfusional real en nuestras Unidades de Cuidados Intensivos y elaborar recomendaciones, basadas en la mejor evidencia existente, sobre uso de componentes sanguíneos y sus alternativas. Este Grupo está abierto vía WEB (www.semicyuc.org), a todos aquellos intensivistas con inquietudes en el campo de la medicina transfusional. Transfundir mejor, para disminuir el débito tisular de oxígeno y mejorar la supervivencia en pacientes críticos, al tiempo que investigar alternativas válidas a la TSA e incorporarlas a la práctica clínica en el paciente crítico, son los retos que afronta el Grupo de Hemoderivados de la SEMICYUC. Quizás con ello colaboremos a contestar las preguntas formuladas por varios editorialistas: Blood Transfusion: Less is More? 55 , Blood Transfusion: The Silent Epidemic 60 y Blood Transfusion, first do not harm!61 .
Correspondencia: Dr. S.R. Leal Noval . Servicio de Cuidados Críticos y Urgencias. Hospital Universitario Virgen del Rocío. Avda. de Manuel Siurot s/n. 41013 Sevilla. Correo electrónico: sramon@cica.es