Hemos leído con atención los excelentes resultados con hipotermia terapéutica moderada (HTM) publicados por Magaldi et al.1. Es una de las series con mayor número de casos con HTM publicada en nuestro país y, posiblemente, servirá de referencia para nuevas comunicaciones. Por este mismo interés creemos imprescindible consultar con los autores 2 matizaciones importantes que pensamos que deben ser referencia obligada en un artículo de estas características. Aunque en métodos se explicita que se recogen variables prehospitalarias, hemos echado en falta algunas variables que inciden directamente en el pronóstico final de los pacientes. Los primeros eslabones de la cadena de supervivencia no están claros. No se indica el porcentaje de casos en los que la PCR fue presenciada. Se menciona el tiempo hasta el comienzo de soporte vital básico (SVB), aunque no se cuantifica el porcentaje de casos en el que esta medida, con gran influencia en el resultado final, fue aplicada. Da la sensación de que el SVB por testigos fue casi universal en todo el grupo, algo que en nuestro país no sucede2. Tampoco se mencionan los intervalos entre evento y desfibrilación. ¿Hubo desfibrilación previa a la llegada de los equipos de emergencias? SVB por testigos y desfibrilación precoz son marcadores pronósticos clave en la PCR3, por lo que pensamos que es obligada su reseña en una serie que muestra resultados en supervivencia y que considera datos prehospitalarios en su modelo de análisis. Aunque no sea el objetivo de los autores, de hecho se realiza exclusivamente un análisis bivariado; si estas variables no se han contemplado o al hacerlo su influencia ha sido nula debería estar recogido en el artículo, al menos en el apartado «limitaciones». Al no ser así, parece que todos los pacientes se sitúan ante el tratamiento con HTM con las mismas oportunidades pronósticas. Algo probablemente incierto.
Por otra parte, es bien conocido que el intervencionismo coronario (IPC), especialmente cuando se realiza de una forma precoz, es uno de los cuidados posresucitación que más influyen en el pronóstico final de los pacientes. Forma habitualmente un tándem junto con la HTM en el estándar de estos cuidados, y lo habitual es que se mencione expresamente su aplicación4. Discrepamos por tanto con el apartado de limitaciones descrito por los autores, donde consideran que el tratamiento posreanimación está estandarizado, pero no mencionan el IPC como una de esas medidas. Esta discrepancia se traslada también a las conclusiones comentadas según las cuales «aproximadamente la mitad de los pacientes que han sufrido una PCR secundaria a ritmos desfibrilables regresan a su vida normal en menos de 6 meses». Existe una gran variabilidad en los resultados en supervivencia a la PCR extrahospitalaria en la literatura en general y también en nuestro país5, por ello consideramos necesario mejorar la precisión de los datos. Es la experiencia de un centro, extraordinaria en sus resultados finales. Agradeceríamos esta información complementaria para tener elementos de referencia que faciliten la comparación entre resultados de diferentes servicios sanitarios.