Durante los últimos años el incremento de las posibilidades terapéuticas frente a las neoplasias se asocia a un creciente (y exponencial) número de pacientes que requieren terapias avanzadas, incluido el soporte vital, por infecciones-sepsis, insuficiencia respiratoria, alteraciones neurológicas y/o complicaciones relacionadas con la quimioterapia, y debemos mentalizarnos que es un proceso que seguirá en aumento1.
El 15% de los pacientes hematológicos requieren ingreso en el servicio de medicina intensiva (SMI), secundario a su situación clínica y asociado a criterios de iso-gravedad siendo relativamente bajo el número de pacientes con enfermedad tumoral sólida que ingresan por motivos médicos en comparación con los que ingresan en los postoperatorios de cirugía2. Azoulay et al.3 objetivan un aumento en los pacientes oncológicos y hematológicos que ingresan en el SMI —lo que representa una ocupación de hasta el 15%— y destaca un aumento en la supervivencia tanto en el SMI (mortalidad inferior al 30%), como en el hospital (mortalidad inferior al 40%). Por otra parte, y en lo que respecta a los pacientes hematológicos, los ingresados en el SMI tienen mayor número de remisiones y mejora de la calidad de vida que los no ingresados.
Nuestros datos previos (2000-11) y posteriores (2012-16) a la implementación de rondas multidisciplinares diarias en el servicio de onco-hematología muestran un aumento del 8% en el número de ingresos en el SMI; reducción de la mortalidad intra-SMI, a los 90 días y post-90 días (44, 54 y 62%) en comparación con el periodo de pre-implantación (53, 61 y 66%)4. Las rondas multidisciplinares, que —desde nuestro punto de vista— podrían superar a los equipos de respuesta rápida, incluyen: valoración diaria en planta; monitorización e instauración de tratamientos avanzados (alto flujo, fluidos, antibióticos, vasopresores,…); decisión de ingreso o no y su precocidad, así como los niveles terapéuticos a alcanzar (ventilación no-invasiva e invasiva, ECMO, HDFVVC,…), aunque también pueden ser motivo de ingreso en el SMI los pacientes estables sin compromiso vital que van a recibir algún tipo de terapia que pueda comprometer la vida (CAR T: SDRA, shock,…).
Finalmente debemos destacar los puntos clave de los acuerdos inter-servicios5:
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Disponer de guías específicas para ingreso en el SMI y protocolos terapéuticos tanto para el pre-ingreso como tras el ingreso (disponibles en el 79% en los SMI monográficos y solo el 27% en los SMI polivalentes)
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Reunión diaria entre intensivistas y especialistas de oncología y de hematología (documentada en el 90% de centros monográficos y solo en el 53% de los hospitales generales)
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Asumir que los predictores clásicos de mortalidad han ido perdiendo su valor
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Documentar la seguridad de los tratamientos intensivos en planta de hospitalización
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Asumir que la quimioterapia en el SMI es segura y que su administración no empeora el pronóstico
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Optimizar el paso desde el SMI a cuidados paliativos
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Profundizar en el conocimiento y tratamiento de la toxicidad de la terapia dirigida, de la inmunoterapia y de la bioterapia
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Implementar la evaluación QALY (años de vida ajustados a la calidad)
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Considerar las necesidades específicas de los familiares
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Potenciar la investigación conjunta
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Evaluar los costes
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Considerar el valor añadido de un SMI-oncológico