La especialidad de Medicina Intensiva y lo que implica en su nombre puede quedar desvirtuado, o favorecido, con solo cambiar las siglas que utilizamos para referirnos a la misma. Aquí y en estos tiempos más que nunca, la semántica importa.
En la práctica diaria es habitual que, para fluidez en la interlocución, sean usados ciertos acrónimos como UCI (Unidad de Cuidados Intensivos), UVI (Unidad de Vigilancia Intensiva) o UTI (Unidad de Terapia Intensiva) en el caso de América Latina. En una sociedad donde cada vez más es relevante saber cómo vendernos, este tipo de facilidades fonéticas pueden tener el efecto contrario, reflejando de forma errónea una especialidad con funciones limitadas, y, además, confinada a cuatro paredes: «la unidad de…». No obstante, es cada vez más patente, sobre todo en los últimos 3 años, que nuestras capacidades, actividades y aspiraciones superen las fronteras de ser una «unidad», reconociéndosenos como «servicio».
Es innegable que tenemos un componente de «cuidados» sobre los pacientes a nuestro cargo. También, ejercemos de «vigilantes» y por supuesto aplicamos «terapias» de distinta índole; pero el término «unidad» que siempre precede invariable e indeleble a las palabras anteriormente entrecomilladas, omite de forma casi negligente todas las demás actividades que forman parte de nuestro arsenal y cartera de servicios. Además, el término UCI es utilizado por otras especialidades para referirse al espacio donde ingresan a sus pacientes críticos. Esto sucede, por ejemplo, con Cardiología (UCI cardiológica), Anestesiología (UCI posquirúrgica) o Pediatría (UCI pediátrica o neonatal). Debemos evitar confusiones acerca de cuál especialidad es la que está al cuidado de los pacientes críticos.
Sin embargo, «Servicio de Medicina Intensiva» (SMI) es un término que sí incluye todas las actividades que realizamos fuera de nuestra unidad. Estas siglas abarcan la labor de detección activa de donantes que realizan los intensivistas pertenecientes a los servicios de coordinación de trasplantes, la logística que ejecutan los equipos de canulación y transporte de ECMO, los programas de detección precoz de sepsis, los equipos de atención a la parada cardiaca intrahospitalaria, los sistemas protocolizados con cobertura hospitalaria, la teleasistencia a otras unidades más pequeñas, los soportes para sedación en procedimientos no quirúrgicos, la humanización que continúa después del alta, la colaboración en la formación de otras especialidades y otras tantas actividades.
Seguramente por factores históricos, organizativos y porque fonéticamente «SMI» sean siglas menos fluentes de pronunciar, UCI, UVI y UTI se consolidaron con los años como la alternativa fácil. Pero la UCI es solo uno de los muchos engranajes a disposición del SMI.
Algunos cambios deben hacerse de forma paulatina, y por esto, en lo venidero debemos inculcar a las generaciones en formación la idea de pertenencia a un servicio y no solo a una unidad. Esto contribuirá a observarnos con una visión amplia, ampliable y ambiciosa, que más allá de cambiar la forma en la que se nos menciona, a largo plazo fortalecerá nuestra especialidad.