El doppler transcraneal (DTC) se ha convertido en una herramienta indispensable en las UCI para el manejo de los pacientes con hemorragia subaracnoidea espontánea. Su utilidad principal consiste en la detección de aquellos pacientes en riesgo de desarrollar vasoespasmo sonográfico, permitiéndonos aplicar las medidas necesarias para evitar su evolución a deterioro neurológico isquémico1. En este sentido, hace más de 20 años que Lindergaard et al. publicaron la estrecha correlación existente entre los hallazgos sonográficos obtenidos en la circulación anterior del polígono de Willis y el vasoespasmo angiográfico. Los autores proponían en dicho trabajo un índice que permitía compensar los factores circulatorios sistémicos a nivel extracraneal2,3. Sin embargo, cuando hablamos de la detección de vasoespasmo en la circulación posterior mediante DTC, estos parámetros no se encuentran tan bien establecidos4.
Presentamos el caso de una paciente de 39 años que sufre un cuadro brusco de cefalea intensa, náuseas y vómitos. Es diagnosticada, mediante TAC craneal, de hemorragia subaracnoidea espontánea grado iii de la escala de Hunt-Hess, tipo ii de la World Federation of Neurosurgical Societies y grado iii de Fisher5,6. Se practicó arteriografía cerebral, que no evidenció lesión vascular responsable del sangrado. Se realizó seguimiento diario mediante DTC. Al séptimo día la paciente comenzó con síntomas inespecíficos (cefalea, vómitos y parestesias generalizadas). En el registro sonográfico se detectó un incremento progresivo de las velocidades en el territorio posterior, con velocidades medias (VM) en la arteria basilar (AB) que habían aumentado progresivamente desde los 55 hasta los 130cm/sg. Por otro lado, las arterias vertebrales mantuvieron unas velocidades constantes en torno a los 38cm/sg. Se repitió la arteriografía cerebral, en la cual continuaba sin detectarse la lesión responsable del sangrado, no obstante, se detectó la presencia de un vasoespasmo de la AB. En ese momento se inició tratamiento mediante hipervolemia, hemodilución e hipertensión inducida. En los días sucesivos, la paciente se mantuvo sin cambios clínicos y con un aumento en las velocidades medias del registro de DTC, alcanzando al décimo día los 157cm/sg en la AB y los 30cm/sg en las arterias vertebrales. Posteriormente, los registros mostraron un descenso progresivo de las velocidades, que se acompañó de la desaparición de la clínica. La paciente fue trasladada a planta de hospitalización a los 14 días de su ingreso, sin llegar a desarrollar deterioro neurológico isquémico.
El seguimiento y detección precoz del vasoespasmo en la circulación posterior mediante DTC no se encuentra tan implementado ni es tan conocido como sucede en la circulación anterior1,2. En 1994, por primera vez, Sloan et al. publicaron su estudio sobre la correlación entre el aumento de VM en las arterias del territorio posterior y el grado de vasoespasmo angiográfico7. En dicho trabajo, los autores establecieron un límite en los valores absolutos de la VM de la AB (mayor de 60cm/sg), aunque señalaron que la interpretación debía ser cautelosa y se debían tener en cuenta las condiciones clínicas del paciente. No obstante, afirmaban que si la VM en la AB superaba los 80cm/sg, el DTC alcanzaba una sensibilidad del 76,9%y una especificidad del 79%7. Ya en 2002, Soustiel et al. publicaron un método para evaluar el factor confusional que puede tener los fenómenos sistémicos sobre el diagnóstico sonográfico de vasoespasmo. Para ello, establecieron la probabilidad de vasoespasmo en función de la relación entre la VM de la AB y la arteria vertebral extracraneal8. En su estudio demostraban que si el cociente de ambas velocidades era superior a 2, era probable la existencia de vasoespasmo, incluso, si era mayor de 3, su diagnóstico podía considerarse casi irrefutable (con una sensibilidad y especificidad próximas al 100%). Sin embargo, otros estudios posteriores, con un tamaño muestral mayor, no pudieron corroborar estos resultados9. Es conocido que incrementos progresivos en las VM se correlacionan proporcionalmente con la presencia de vasoespasmo en la circulación posterior, donde el registro DTC alcanzaría una sensibilidad del 92% y una especificidad del 85%8,9. Con independencia de lo anterior, coincidimos con algunos de los autores que establecen un punto de corte en la AB en 85cm/sg.
Con el caso expuesto quisiéramos dejar constancia del valor e importancia de la monitorización diaria con DTC en los pacientes con hemorragia subaracnoidea. En primer lugar, consideramos imprescindible el seguimiento sonográfico de todo el polígono de Willis, dado que tanto la circulación anterior como la posterior son susceptibles de desarrollar vasoespasmo y deterioro neurológico isquémico. Segundo, la sospecha de vasoespasmo puede estar sustentada por el valor absoluto de las VM alcanzadas en los registros, aunque en este caso la utilidad queda habitualmente relegada a los valores muy elevados o extremos, dado que la especificidad suele ser mayor. Tercero, hay que resaltar la necesidad de relativizar los datos absolutos en función de los vasos extracraneales, ya que hay circunstancias fisiopatológicas sistémicas que producen por sí mismas un incremento de velocidades globales sin que realmente exista una reducción en el calibre de un vaso en particular3,4,8. Concretamente, el índice de Soustiel en nuestra paciente alcanzó los 3,4, lo que lo hacía indicativo de vasoespasmo significativo, tal y como mostró el estudio angiográfico. Por último, queremos destacar que el DTC nos ayuda a identificar de forma no invasiva subgrupos de pacientes en riesgo de vasoespasmo, nos permite desarrollar un seguimiento evolutivo de los mismos, nos sirve de guía para indicar el momento preciso para realizar la arteriografía cerebral, así como para aplicar los procedimientos terapéuticos necesarios y ajustar la situación hemodinámica que requieren estos pacientes en función de los registros de DTC obtenidos10.
Conflicto de interesesLos autores declaran no presentar ningún conflicto de intereses.