En primer lugar agradecer los comentarios de Gómez Ríos et al.1, así como su interés en nuestro trabajo. En su carta comentan diferentes aspectos de nuestra encuesta y se utilizan datos de la misma para seguir haciendo énfasis en la existencia de problemas importantes en el abordaje de la vía aérea en el paciente crítico.
Queremos puntualizar que en los últimos años ha aumentado el número de publicaciones en este campo, aunque no han existido guías de manejo específicas para cuidados intensivos hasta la publicación en 2017 de las guías británicas por la Difficult Airway Society (DAS)2, realizada de forma paralela a la encuesta, por lo que no se han podido hacer referencias a la misma. A pesar de ello nuestros resultados han demostrado que existe un amplio margen de mejora del tratamiento de la vía aérea en la UCI, por lo que comenzar a disponer de recomendaciones para homogeneizar su manejo puede suponer cambios en la morbimortalidad del paciente crítico. Serán necesarios a posteriori, estudios en los que se evalúe el impacto de dichas recomendaciones en la práctica clínica diaria.
La evaluación de factores predictivos de una intubación dificultosa es de utilidad en la planificación de estrategias de rescate, haciendo posible acortar los tiempos de actuación ante la aparición de complicaciones3. El uso de predictores combinados ha demostrado tener una mayor sensibilidad y especificidad a la hora de detectar una vía aérea difícil comparado con el uso de un solo predictor4. En los últimos años algunos estudios han demostrado la validez de la escala MACOCHA en la UCI5, a pesar de ello la valoración de la anatomía de la vía aérea en el paciente crítico suele ser dificultosa dada su escasa reserva funcional e inestabilidad, por lo que escalas como la de Mallampati (incluidas en la escala MACOCHA con una alta puntuación) pueden ser difíciles de aplicar. A pesar de esto, aún en situación urgente, la presencia de predictores de vía aérea difícil debe tenerse en cuenta.
El uso de capnografía es de gran relevancia para descartar una intubación fallida al corroborar el correcto emplazamiento del tubo endotraqueal. A pesar de que su utilización es mayoritaria en el ámbito intraoperatorio, reconocemos que la ausencia de un ítem donde se pregunte por la disponibilidad de capnografía es una de las debilidades de nuestro cuestionario, estando ya recomendado su uso desde la publicación de la NAP46.
Como conclusión, queda aún mucho por hacer en el abordaje de la vía aérea en la UCI, pero comenzar a disponer de recomendaciones para la práctica clínica puede suponer cambios en término de morbimortalidad. Serán necesarios más estudios para valorar el impacto de dichas recomendaciones y establecer nuevos protocolos de manejo de la vía aérea crítica.