Tras la lectura de la revisión de Chamorro-Jambrina et al.1 coincidimos con los autores en resaltar que un mantenimiento apropiado del potencial donante es crucial para garantizar la viabilidad de aquellos órganos que pueden ser trasplantados.
No obstante, consideramos oportuno señalar que dichas recomendaciones son reiteradas de manera habitual en las diferentes revisiones sobre el mantenimiento del potencial donante, sin embargo, no existe evidencia científica con relación a las mismas. Concretamente, nos referimos al nivel óptimo de hemoglobina a partir del cual debe transfundirse un potencial donante. De manera sistemática, y con un fuerte carácter teórico extrapolado del paciente crítico, se considera el valor de 7g/dl1. En otras revisiones clásicas se considera un hematocrito inferior al 30% para indicar la transfusión2. Hasta donde conocemos, no existe ningún trabajo que pueda garantizar esta recomendación. Los pocos estudios dirigidos a este aspecto, desafortunadamente no lo recogían entre sus objetivos de mantenimiento3. Todo esto se vuelve aún más complejo, si contempláramos a los potenciales donantes en asistolia, pero que entendemos supera la revisión original de los autores1.
Otro hecho controvertido es la administración de nutrición enteral al potencial donante. Hergenroeder et al. describen que hasta el 30% de los potenciales donantes en muerte encefálica eran capaces de realizar absorción de la nutrición enteral4. Incluso otros autores argumentan que el uso de la nutrición enteral es beneficiosa para el mantenimiento de la integridad de la mucosa intestinal, así como disminuye las tasas de neumonía y otras infecciones como la translocación bacteriana del intestino5. Por tanto, consideramos no del todo apropiada la aseveración sobre no mantener la nutrición enteral, como indica el grupo de Chamorro-Jambrina et al.1
En definitiva, a pesar del alto nivel en el manejo de los potenciales donantes en las unidades de cuidados intensivos, y la gran experiencia acumulada, hechos como los que describimos, nos deben estimular a plantear estudios bien diseñados, que permitan sentar una evidencia científica suficiente para poder dar recomendaciones en cada una de estas condiciones clínicas.