El mundo está inmerso en una pandemia por SARS-CoV-2 que está llevando a los sistemas sanitarios al borde del colapso y a las unidades de cuidados intensivos a trabajar por encima de su capacidad. En esta primera oleada de la pandemia la máxima prioridad se centra en mantener la mortalidad lo más baja posible, objetivo para el cual los cuidados críticos se han convertido en un pilar elemental.
Sin embargo, en el futuro de la pandemia por SARS-CoV-2 conviven diferentes horizontes: cabe esperar una segunda oleada debida a la restricción de recursos en situaciones de urgencia para las enfermedades no-SARS-CoV-2, donde las muertes aumenten por un sistema de salud saturado1. Del mismo modo, aunque razonablemente no de forma inmediata, la pandemia dejará su huella en nuestros pacientes más crónicos que hayan visto disminuida la calidad de sus cuidados durante el periodo que dure esta situación. Finalmente, es de esperar niveles significativamente más altos de agotamiento, angustia psicológica y estrés postraumático entre nuestros profesionales2; con el consiguiente efecto en el rendimiento laboral (figura 1)3.
Representación gráfica de los posibles horizontes en el tiempo como consecuencia de la pandemia por SARS-CoV-2. Reproducida con permiso de Tseng V3
Dentro de este panorama general, los servicios de cuidados intensivos deben de estar alertados para identificar «la cola de la primera oleada», que englobará un síndrome post-cuidados intensivos (SPCI) de una gran magnitud y con características especiales.
La magnitud en términos numéricos, impredecible a día de hoy, será elevada. En circunstancias normales el SPCI afecta al 30-50% de nuestros pacientes4 y sus secuelas pueden persistir incluso más allá de los 5 años tras el alta hospitalaria, especialmente en la recuperación del síndrome respiratorio agudo5.
Es razonable intuir que las características del SPCI-post SARS-CoV-2 tendrán un componente afectivo especial. En este contexto, cobrará un protagonismo especifico el SPCI-familiar. Estamos observando diariamente en nuestros «hospitales COVID» como esta pandemia está provocando importantes rupturas familiares, imposibilitando el cuidado del familiar enfermo y situaciones de duelo y sepelios atípicas. Si otras condiciones nos mostraron que hasta el 16% de los familiares no habían reducido el nivel de depresión al año del alta6 ¿estaremos preparados para el SPCI-post SARS-CoV-2?