Una constante en los Servicios de Medicina Intensiva que disponen de un programa de seguimiento del síndrome post-Cuidados Intensivos es el testimonio de los pacientes evaluados, con frases como: «era como si no fuera yo», «pensé que estaba viendo una serie donde interactuaban conmigo» o «era un actor de una película en la que una señora me felicitaba por como actuaba».
Las alteraciones cognitivas y psiquiátricas en los supervivientes a la enfermedad crítica son frecuentes1. Episodios de despersonalización y desrealización, como las descritas, pueden conllevar cambios de comportamiento en la fase aguda que pueden interpretarse como delirium y/o dejar secuelas psicológicas.
Son muchas las variables que pueden contribuir a estos fenómenos. La estructura de la mayoría de las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) permite visualizar a muchos pacientes a la vez, pero limita el campo visual de los pacientes al «área de control». Los pacientes no perciben lo que pasa alrededor y ello contribuye a la sensación de estar controlados potenciando el sentimiento de omnisciencia invisible que puede favorecer la desrealización. La monitorización, habitualmente a espaldas del paciente y con alarmas sonoras, conlleva continuos y frecuentes desplazamientos del personal dentro y fuera del rango visual del paciente que pueden favorecer la despersonalización. Asimismo, la falta de familiaridad con el entorno, las dificultades de comunicación y la soledad, pueden activar pensamientos de secuestro y perjuicio que conllevarían miedo, pérdida de control y autonomía.
El espejo está involucrado en el desarrollo del ser humano, dotándolo de capacidad de autopercepción al facilitar la integración de su propia imagen corporal. Indagando los usos terapéuticos del espejo encontramos que se ha utilizado en el ámbito de la rehabilitación, para mejorar la función motora tras un ictus, con una evidencia moderada a favor de su uso2. Se ha planteado como herramienta de apoyo en las evaluaciones neurológicas3 y estudiado su efecto en una muestra de pacientes críticos quirúrgicos, sin resultados concluyentes en cuanto a reducción de delirium, pero mostrando una menor incidencia de memorias traumáticas4. En un estudio cualitativo en la UCI se concluyó que su uso pudiera mejorar la autopercepción del paciente5. No hay estudios robustos que evalúen las implicaciones psico-psiquiátricas a corto y largo plazo del uso del espejo en el paciente crítico.
Considerando lo expuesto, hemos hipotetizado que el uso del espejo en la UCI podría contribuir a evitar los fenómenos anteriormente descritos, no obstante, quisiéramos abrir un debate en cuanto a su aplicabilidad: ¿cuál sería el momento adecuado para introducirlo? ¿A qué tipo de paciente y quién lo aplica? ¿Se respeta la autonomía del paciente? ¿Supondría un acto de beneficencia para todo paciente crítico? En pacientes quemados o con trauma facial, ¿cuándo se consideraría el principio de no-maleficencia? ¿Haría falta un consentimiento, o podría consentir un representante legal?
Creemos que el espejo puede tener cabida en ciertos pacientes críticos, sin embargo, no hay suficientes estudios de su aplicabilidad en la UCI, donde plantear su implantación podría abrir un debate ético.
FinanciaciónLos autores declaramos no haber recibido ningún tipo de financiación para elaborar este manuscrito.
Conflicto de interesesLos autores declaramos no tener conflicto de intereses alguno a la hora de elaborar este manuscrito.