Hemos leído con interés el artículo de Marin-Corral et al.1, y de acuerdo con la recomendación relativa a incidir más en la vacunación anual en la población de riesgo, queremos con nuestra contribución, ahondar en la importancia que reviste la vacunación antigripal en los profesionales sanitarios para evitar la transmisión de la infección.
Cada año las organizaciones sanitarias deben hacer frente a las ondas estacionales de gripe, así como a la morbimortalidad asociada a las mismas. A nivel mundial se estima que la incidencia de gripe es de 5,3 casos por cada 1.000 personas y mueren anualmente 58.193 personas por esta enfermedad infecciosa2.
En España, la epidemia gripal de la temporada 2017-20183 generó 5.977 casos graves hospitalizados confirmados de gripe (CGHCG), de los que 1.281 (21,8%) fueron admitidos en la UCI, una proporción similar a la temporada anterior, y significativamente inferior a temporadas precedentes, tanto en las que prevaleció la infección por virus gripal A(H1N1)pdm09, como en las que predominó A(H3N2).
Las epidemias de gripe se tratan de paliar mediante campañas de vacunación con el objetivo de prevenir casos y complicaciones, y la vacuna es recomendada oficialmente en nuestro país para determinados grupos de riesgo, tales como personas de mayor edad, pacientes con enfermedades crónicas y población institucionalizada4.
La vacunación de los profesionales sanitarios se presenta como una estrategia eficaz para reducir la mortalidad por gripe en pacientes hospitalizados. A pesar de ello, las tasas de cobertura vacunal en el colectivo sanitario son modestas. Durante la campaña de vacunación antigripal 2017-2018 en Castilla y León se registró una prevalencia vacunal en el personal sanitario del 30,1%, inferior a la cobertura en España (31,3%), presentando mayor tasa de cobertura en atención primaria, frente a la atención especializada, así como superior en los profesionales sanitarios versus el personal no sanitario. Las razones que aducen diferentes estudios5 para justificarlas son diversas y comprenden entre otras, barreras organizativas asociadas a la escasez de tiempo y a la falta de accesibilidad, dudas sobre la eficacia, temor a los efectos secundarios, así como otras razones personales.
Las estrategias para aumentar las coberturas de vacunación antigripal en el colectivo sanitario se centran habitualmente en informar y formar a los profesionales, aunque algunos estudios6 sostienen que establecer la vacunación obligatoria sería la intervención individual más eficaz, seguido de la implantación de una declaración de rechazo de la vacuna. Otras injerencias, como un mayor acceso, mejorar la concienciación e incluso la implementación de un programa de incentivos son estrategias menos efectivas.
El impacto negativo que genera la baja tasa de cobertura vacunal del personal sanitario en la salud pública y en concreto en los pacientes hospitalizados en las UCI, debe ser abordado por los responsables de establecer las políticas sanitarias, así como por los especialistas en seguridad y salud en el trabajo, más si cabe cuando se ha demostrado que una estrategia de vacunación adecuada obtiene resultados eficientes en salud4.