La valoración de las prácticas de analgesia, sedación y delirio en las UCI son de sumo interés para poder analizar y mejorar este proceso que es de uso habitual y uno de los importantes en el paciente crítico. Dentro de las recomendaciones para el tratamiento de los pacientes críticos de los Grupos de trabajo de la SEMICYUC las 4 recomendaciones en esta área fueron: tener un protocolo de sedo-analgesia en las unidades, monitorizar el dolor de manera adecuada, utilizar la sedación adecuada, monitorizar y tratar el delirio y en los pacientes con bloqueantes neuromusculares monitorizar con sistemas de control de sedación y bloqueo neuromuscular1.
En la literatura hay varios países que han realizado estudios basados en encuestas de situación en esta área2-8. Sin embargo, en España no se había realizado un estudio con estas características hasta la fecha9. La importancia de este estudio es que ha sido la primera encuesta realizada a nivel de España, con una representación significativa abarcando 166 unidades y 1.567 pacientes incluidos con representación tanto sector público como del privado.
Entre los resultados más relevantes destaca que el 61% de las unidades tenían protocolo de sedación y el 75% monitorizaban la sedación y agitación, siendo la escala RASS la más utilizada. Concomitantemente el dolor se monitorizaba solo en la mitad de las unidades y las escalas para diagnóstico y valoración del delirium fueron poco utilizados, únicamente en el 21% de los pacientes, siendo la escala CAM-ICU la más frecuente.
En cuanto a las prácticas para optimizar la analgo-sedación, un dato relevante fue que el uso de la monitorización con índice biespectral en casos de sedación profunda o bloqueo neuromuscular fue realizado en el 29% de los pacientes, y de los pacientes con bloqueo neuromuscular en el 32% se utilizó el tren de 4 como medida para cuantificar el grado de bloqueo.
El fármaco más utilizado para sedación en perfusión continua fue el propofol (19%), seguido del midazolan (17%). En cuanto a la analgesia, el más utilizado fue el fentanilo (12%) y casi en la misma proporción la morfina (11%). En los pacientes con ventilación no invasiva, la analgesia con opiáceos se usó casi en la mitad de los pacientes. En la misma línea, dentro de los analgésicos no opiáceos el más utilizado fue el paracetamol en el 18% de los pacientes.
Con relación al delirium, se evidenció que un 12% de los pacientes habían presentado agitación y un 9% presentó delirium cuantificado por algún tipo de escala. En este grupo de pacientes el haloperidol fue el neuroléptico más usado en casi el 9% de los pacientes y la dexmedetomidina tuvo un uso muy bajo con menos de un 1%.
Otro dato muy importante fue la utilización de medidas no farmacológicas, como el uso de música, televisión y prensa, que fue contemplado solo en menos del 3% de los pacientes. Otro aspecto como la permanencia familiar fue en el 25% de los casos y la disminución de los controles nocturnos en un 12%.
De este estudio se desprende varios datos muy relevantes y sitios de mejora. Primero, que la monitorización de la analgesia y del delirium continúan siendo de muy baja prevalencia. Segundo, que en los pacientes más graves que requiere sedación profunda y relajación muscular el uso de la monitorización del bloqueo y de la sedación mediante el índice biespectral y el tren de 4 ocurre solo en un tercio de los pacientes. Y por último, que las medidas no farmacológicas aún son de muy baja utilización en las unidades.
Por lo tanto, este estudio de suma importancia evidencia la situación de la sedo-analgesia en España y varios procesos que aún tienen un gran margen de mejora.